En septiembre El Sonero del Mundo celebrará 50 años de carrera en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas, su ciudad, donde espera encontrarse con la misma energía de siempre. A punto de cumplir 80 años de edad, el legendario salsero afirma que no le teme a la muerte, pues ya la vivió. “Me fui de este mundo y me revivieron”, dice. Todavía, asegura, le queda mucho por hacer.
Antes de la primera pregunta ya Óscar D’León está derrochando energía. No cualquier artista podría presumir de tal actitud con 79 años de edad y 5 décadas de una reconocida trayectoria nacional e internacional.
“Estoy feliz”, dice, con una enorme sonrisa, sobre su presentación el 16 y 17 de septiembre en el Teatro Teresa Carreño, donde estará junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Christian Vásquez, para celebrar sus cinco décadas de carrera.
Espera estar en Caracas entre el primero y el 5 de septiembre, luego de presentaciones que tiene pautadas en Canadá. Volver al Teresa Carreño le recuerda cuando celebró sus 30 años de carrera. Tiene la convicción, afirma, de que es profeta en su tierra, que el público le sigue queriendo y admirando como siempre.
“Cada paso que doy lo hago pensando en Venezuela, después en el mundo. Lo que pega en Venezuela pega en el mundo. Siempre fue una meca para los artistas. Es la catapulta, no será distinto ahora”, dice Óscar en una conversación por Zoom, en la que aprovechó de interpretar fragmentos de un par de sus grandes temas, “La mazucamba” y “Que se sienta”.
Así, El Sonero del Mundo quiere dejar claro que está bien de salud, gracias al ejercicio y a su costumbre de alejar los pensamientos negativos. “Nunca fui una persona que ingiriera licor como suele hacerlo mucha gente, tampoco fui fumador, jamás. Siempre me ha gustado hacer ejercicio. Mi mente, sobre todo, siempre ha estado muy limpia de pensamientos que causen estrés. Los erradico”
Para las presentaciones en el Teresa Carreño se está preparando mental y físicamente, haciéndose chequeos médicos para garantizar que su cuerpo esté apto para el show. Del concierto, considera que lo más importante es ensayar con la Sinfónica Simón Bolívar. “No sé qué sorpresas habrá, porque no he estado ni en la producción ni en la elaboración del repertorio. Lo veré cuando llegue y escogeré los temas”.
Reveló, sin muchos detalles, que se espera que del show surja un disco de 10 canciones. “Hay que esperar grabarlo, mezclarlo, y cuando esté salido del horno haremos la promoción”.
—¿Desde cuándo no viene?
—A trabajar desde 2019. Pero hace como tres meses fui para tramitar mi pasaporte, que estaba por vencerse.
—¿Qué espera encontrarse en Caracas?
—Espero ver lo que es el venezolano, mucha energía. Mucho optimismo. Es lo que espero. Porque como yo soy así pienso que los demás también lo son.
—¿Óscar D’León es el tipo de persona que hace balance con los números redondos? 80 años de vida, 50 de carrera: ¿qué significan esos números para usted?
—Fíjate que no me he puesto a pensar en eso, como tampoco me puse a pensar cuando grabé “La mazucamba”, que predijo todo lo que me iba a pasar, chico. Porque el coro tenía una queja y nombraba a Martinica e Italia. Bueno, en Martinica sufrí el infarto y en Italia tuve la primera fecha en la que reinicié después de eso. Fue una premonición acertada y yo no me di cuenta.
—No ve hacia el pasado, siempre está enfocado en el trabajo.
—Siempre trabajo. Pienso en qué corregir a la orquesta, qué hacer para el show. Hay muchas cosas que pasan por mi mente en relación con la música, no me preocupa más nada, ni siquiera los premios. No aspiro a nada de eso. Porque es como cuando piensas en el dinero, si lo piensas mucho se retira. Eso mismo pasa con los premios. Si lo piensas nunca llegarán. Es mejor trabajar en la música y ofrecer la calidad que necesitas y la que el público quiere.
—Tantos momentos cumbres en su carrera, el Grammy, los tiempos de Dimensión Latina…
—Sí, pero eso no lo busca uno. Eso viene por lo mismo que te digo: si trabajas con esfuerzo. Aunque en mi caso no hay esfuerzo, porque lo que hago lo hago con un amor tremendo y una diversión que no me cabe en el cuerpo.
—¿Hay algún momento en particular que suela tener presente?
—Recuerdo que cuando arrancamos Celia Cruz llegó a Caracas y tuvo la oportunidad de vernos, creo que en televisión. Fue entonces con el chisme a Nueva York sobre un negrito que tocaba el bajo y cantaba. Eso me lo confesó ella. Es algo para tenerlo presente. Otra cosa fue haber nacido como profesional y a los tres o cuatro meses salir de gira por todas las islas del Caribe. Eso fue internacionalizarnos, me refiero a Dimensión Latina. Otro momento fue cuando llegué al Madison Square Garden por primera vez, no sin antes pasar por el Hotel Americana. Llegué ahí por primera vez con Dimensión Latina y alterné con nada más y nada menos que con mi orquesta preferida, La Sonora Matancera, en ese tiempo Celia aún estaba con ellos. Eso, por supuesto, fue mucho después de que Celia habló de mí en Nueva York. Llegamos como Cenicienta y nos robamos el show, a pesar de la trayectoria de La Sonora Matancera. Los aplausos hablaron por sí solos.
—Celia siempre ha sido importante para usted.
—Siempre. Porque de ella se aprendió mucho. Aunque ya yo tenía las dotes de la puntualidad, la responsabilidad, la disciplina, iba con esa doctrina de mis viejitos lindos, mis padres. Mis padres me dieron esa enseñanza a tiempo, a pesar de que eran personas humildes y analfabetas. Ellos no querían que yo fuera músico. Les gustaba mucho la música y la ejercían, pero sin ningún provecho, el único provecho que había era exteriorizar lo que estaban sintiendo, que eso es la felicidad para cualquier persona que quiera hacer música.
—¿Tiene presente aún su juventud en Antímano?
—Todo el tiempo, hermano. Siempre está mi Antímano querido ahí. ¡Un saludo para Antímano con todo mi amor! Los quiero, los amo, a todos mis amigos que se han ido y algunos de ellos que quedan por ahí. ¡Viva Antímano!
—En la actualidad la salsa no tiene aquel auge de los años 70, cuando llegó a diferentes rincones del mundo. ¿Cómo la encuentra hoy día?
—Nosotros los músicos siempre estuvimos de la mano con un padre para poder explosionar en el mundo. En este caso las disqueras siempre nos llevaron de la mano. Después aparecieron personas como Ralph Mercado, que estuvo siempre en el tapete. Era el magnate de las presentaciones, no escatimaba en presentaciones, en hacer movimientos musicales, tenía calidad humana con los músicos. Él sabía que poniendo a los músicos en buenos hoteles y dándoles lo mejor íbamos a rendir más. Sin embargo, los artistas a veces somos malagradecidos y, bueno, le hicimos trastada a Ralph Mercado. Pero ahí predominaba el indio, no la flecha, el indio era él. La Fania dio la posibilidad de internacionalizar el género por todas partes del mundo, eso se acabó, se acabó Ralph, y ahora tenemos las redes. Si no sabemos aprovecharlas como hacen los reguetoneros, no haremos nada, porque quedamos pocos. Tenemos que copiar a los reguetoneros. Eso lo está haciendo mi esposa, ella está al día respecto a las redes sociales.
—¿Usted cómo se lleva con las redes?
—No, yo no me ocupo de eso porque sería agotador para mí, no podría atender mi música. Mi esposa se encarga de eso, yo de la música, y todo funciona perfecto.
—Muchos de esos grandes salseros ya no están, como Celia Cruz o Héctor Lavoe. ¿Qué significa para usted ser una leyenda viva de la salsa?
—Me hace pensar en que cada movimiento que uno hace tiene que ser en pro de ser un ejemplo para los jóvenes, eso tiene que hacerlo todo artista, no ser mezquino en ese aspecto.
—¿Siente que le llega a las nuevas generaciones?
—Claro, porque cuando un Bad Bunny, un Maluma y otros reguetoneros bailan mi música sin temor a nada ni mezquindad, yo digo “caramba, esto está bien”. Y hay que tratar de grabar con ellos, ya se están haciendo los contactos para eso.
—¿Cantaría reguetón?
—Bueno, no reguetón como hacen ellos, porque es difícil versar así tan rápido, ofrecer una narración, una crónica es algo que no puedo hacer. Quizás si intento lo hago. Creo que es difícil para mí. Lo mejor es trabajar armoniosamente.
—¿Cómo se lleva con la música sinfónica?
—Yo no soy muy amante de la música sinfónica, lo digo con honestidad. Porque como yo soy pólvora, dinamita, fuego y todo lo demás, yo creo que la música sinfónica es otra cosa, para gente más tranquila, de pensamiento suave. Yo no, yo soy explosivo.
—¿Y cómo espera combinarse con los músicos de la Simón Bolívar?
—No hay problema porque me ajusto al momento. Yo trato de inyectarle energía. Esto lo digo con propiedad porque en la época en que estuve en Navidad en el Teresa Carreño, creo que con la Gran Mariscal de Ayacucho, por primera vez los músicos se pararon a bailar y hacer coreografías. Luego un señor que creó El Sistema (José Antonio Abreu) vio ese movimiento y le dijo a Dudamel “eso es lo que tienes que hacer”. Dudamel se fue al mundo y puso eso de manifiesto con los muchachos, que estaban vestidos con las chaquetas de Venezuela. Eso fue explosivo, una cosa increíble. Me siento orgulloso de haber sido responsable de ese inicio.
—A su edad, ¿cómo es realizar una gira por distintos países? ¿Qué necesita un artista de 80 años para girar por el mundo? ¿Cómo enfrentar las dificultades?
—¿A qué dificultades te refieres? Porque siempre hay dificultades en la vida.
—¿Siente, quizás, cansancio?
—Pudo haber un poco de cansancio en un momento, pero fue por la resaca del covid-19. A mí me dio covid en 2019, siempre queda una resaca en el cuerpo, los pulmones quedan un poco bajos de porcentaje. Entonces tuve que luchar contra eso. Sin embargo, mientras estuve en la gira, en vista de que sentía eso, mandé a buscar mis medicamentos y empecé a hacer mi tratamiento en la gira, fui mejorando hasta que hoy día estoy casi a un 90%. Me faltaba aire. Pero luché contra eso, sabiendo respirar y haciendo ejercicio.
—¿Cuál es su secreto para mantenerse tan enérgico?
—Eso, el ejercicio. El ejercicio y que nunca fui una persona de ingerir licor como suele hacerlo mucha gente. Tampoco fui fumador. Jamás. Siempre he sido una persona de hacer ejercicio, y sobre todo cuido mi mente. Toda la vida la he mantenido limpia de pensamientos que me causen estrés, los erradico de mi mente.
—¿Qué es la felicidad para Oscar D’León?
—Un momento, un momento nada más: cuando compras un carro, una casa, ropa nueva, cuando le das a alguien algo, ayudar. Eso es un momento de felicidad. Son momentos. No es todo el tiempo. Lo demás es tranquilidad. Sosiego. Hay que tratar de alejar las cosas que te causan estrés, como las noticias. Porque hay muchas cosas que tienen una tendencia amarillista y, si no le das la espalda a eso, te puede hacer daño. Hay quienes hacen algo para lucrarse o vender. En Estados Unidos te bombardean con el asunto médico, que si las clínicas, las medicinas, y entonces si te dejas llevar por eso te vuelves loco o te enfermas.
—¿Le teme a la muerte?
—No, porque ya la viví. Me fui de este mundo y me revivieron.
Antes de continuar con esta respuesta, Óscar grita su conocido “¡Cómo!” y reitera: Yo me fui de este mundo y me revivieron. Aquí estoy. Sabrosito. Gozando (canta un fragmento de “La mazucamba”).
—¿Se imagina muchos años más cantando y tocando? ¿Digamos, un Óscar D’León de 90 años en el escenario?
—Hay muchas cosas que están dándole longevidad al ser humano. Estoy buscando todo eso. Yo quiero vivir. Me encanta la vida. Todo lo que hago me fascina. Todo lo que el público percibe de mí me encanta. Estoy siempre contento, eso me da mucha juventud mental y corporal.
—¿Siente que aún le queda mucho por hacer?
—Claro, claro. Mucho terreno que andar. Ahora que estoy en mis 80 años me siento bien, y es cuando tengo que estar más pendiente de mi salud, con mis médicos de cabecera. Soy apático con el asunto de ingerir medicinas. Trato de no ingerirlas porque hay una reacción secundaria. Estoy en búsqueda de algo que me haga vivir unos 60 años más.
—¿Le pasa en el escenario que la gente le pide siempre las mismas canciones? ¿Cuáles son esas?
—Afortunadamente tengo las mismas canciones, no la misma. Siempre está a la cabeza, claro, “Lloraras”, “Sigue tu camino”, “Siéntate ahí”, “Detalle”, “A él”, tengo un tema para mi madre, para mi padre, “Derecho de nacer”. En fin, tantas cosas, como “Comuniquémonos” y “Que se sienta”.
—¿Sigue la música venezolana? ¿Considera que se está produciendo buena música en el país?
—Me encanta, me encanta. Tengo el iPad lejos, pero tengo letras de merengues que he recopilado de música criolla. Para un momento, cuando tenga la oportunidad, los cantaré. ¡Un saludo para Miguel Estévez, el gran guitarrista! ¡Y para mi amigo Carlos Terra, un saludo para ti y toda tu familia, te quiero!
—¿Escucha a los jóvenes?
—Están todos, pero no tengo tiempo de escucharlos a todos, se me va el tiempo haciendo los arreglos de mi música. Pido a mi director de Venezuela, que también hace arreglos, para que me haga un arreglo que no tengo almacenado y siempre me manda cualquier cosa, y metiéndolos en los discos duros. Como tengo dos orquestas, una allá y otra aquí, tengo que tener en mp3 el arreglo para que los ensayos fluyan rápido.
—¿Qué ha perdido y qué ha ganado Oscar D’León en 50 años de carrera?
—Perdí a mi madre, a mi padre. Eso es algo irreparable, los necesito, pero a ellos me encomiendo siempre. Son mis dioses. Quizás habré perdido oportunidades, pero no me afecta, porque hemos buscado siempre soluciones a esas cosas, para todo hay solución. Siento que he permanecido, eso es una ganancia. Siento que he permanecido en el tiempo, 50 años, no es fácil. Creo que es mucho decir el estar vigente, con buena salud y enérgico, hay que mantener eso hasta que el cuerpo aguante.
—¿Ha tenido que hacer concesiones para mantenerse vigente?
—Hay cosas que no puedes hacer, tienes que delegar. Antes delegaba mucho, ahora delego poco porque todo lo hace mi esposa. Es una gran ayuda. Siempre ha sido mi mano derecha, pero en otros ámbitos del matrimonio. Ahora, siendo mi manager, siento la seguridad de ella, de que hará las cosas bien, porque las hace bien. Estoy orgulloso y contento con ella. Tremendo bastión que tenemos al lado.
—¿Qué música escucha hoy?
—Oigo de todo un poquito. Me gusta la música americana, el jazz, porque del jazz aprendo sonidos, combinaciones de sonidos, como por ejemplo la combinación entre trompeta y flauta, trompeta y oboe, saxo y trombones. Veo esas fusiones y el color que pueden producir. Eso quizás muchas veces no lo ven los directores y las personas que deben formar un coro en una grabación: poner a grabar a cualquier persona que sepa cantar, pero resulta que la otra persona que canta tiene un color de voz que no es bonito, eso no lo notan. Tengo cuidado con eso del color. Por ejemplo, la voz de Wladimir conmigo es perfecta, es un color perfecto. Es una cosa que no se consigue todos los días. No se consigue ni a la vuelta de la esquina. Es como decir las voces de Richie Ray y Bobby Cruz, son voces perfectamente adecuadas. Hay tríos que me causan una gran sensación, como el trío Los Tres Reyes, esas voces dejaron un legado hermoso, oigan esas voces para que se den cuenta de lo que hablo.
Fuente (El Nacional)