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Una familia de Colombia ayuda a reabrir la escuela de un pueblo de Castellón

Paula, Carlos y sus hijos llegaron a este municipio del Alto Mijares sin aulas desde 1974: «Nos dicen que el pueblo vuelve a tener vida», afirma.

Recorrieron 8.000 kilómetros de distancia en busca de trabajo y una vida mejor para sus hijos. Paula Cadavid, de 42 años, y su pareja Carlos Mejía, de 43, salieron de su Colombia natal hacia España para encontrar un futuro mejor para sus dos hijos, que ahora cuentan con 13 y 8 años.

Tras una parada en Jaén (Andalucía), llegaron a Argelita, con una finalidad principal: contribuir a la apertura de la escuela después de 47 años, ya que hasta la fecha los pocos niños de este pequeño pueblo del Alto Mijares debían acudir a Onda o Fanzara.

Con toda la ilusión del mundo cargada en sus maletas y la esperanza de poder asentarse en esta población de apenas 150 habitantes censados –en verano la cifra se multiplica–, y tras un paso no demasiado bueno por tierras jienenses debido a la falta de empleo, los cuatro llegaron a Castellón. 

Forman una de las 13 familias instaladas en la actualidad en pueblos del interior en riesgo de despoblación a través del programa Reviu. Se trata del plan que la Generalitat, a través de la Agenda Valenciana Antidespoblament (Avant) y la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, lanzó para que parejas principalmente con hijos en edad de escolarización se instalen en municipios con peligro de perder habitantes de la Comunitat Valenciana con el objetivo de blindar servicios como los colegios y mantener negocios que se pierden por falta de relevo generacional, tales como bares, hornos y albergues.

No en vano, el programa ha permitido reabrir centros educativos, como es el caso de Almedíjar, que recuperó su escuela después de 6 años; y también evitó el cierre del aulario de Infantil del Colegio Rural Agrupado (CRA) La Serra en la pedanía de Els Rosildos.

La apertura de la escuela

Y precisamente con la idea de que la escuela volviera a abrir sus puertas, esta familia colombiana se desplazó hasta este municipio de la provincia de Castellón. «El mismo día que llegamos nosotros lo hizo otra familia a través de Cruz Roja», explica Paula. Y, posteriormente, se asentaron otras parejas con hijos, lo que permitió que el pasado septiembre, 11 niños comenzaran el curso sin tener que salir de la localidad, algo que no pasaba desde, ni más ni menos, 1974. Entre ellos se encuentra el hijo de 8 años de este matrimonio, mientras que su hija de 13 empezó el instituto en Onda. «Estamos muy contentos, va y viene en el autobús que pasa por los pueblos y recoge a los niños para ir a clase», indica la madre. 

 

«Todo el mundo dice que el pueblo vuelve a tener vida», comenta Paula, que realizó un curso de recuperación de montes, a través de la Mancomunidad, y actualmente trabaja en el pueblo de peón multifuncional. Su marido desempeña tareas de peón forestal. «No podemos pedir más; para nosotros es el paraíso, todo el mundo nos ha acogido muy bien y disfrutamos mucho de la tranquilidad que existe en invierno, no cambiamos esta vida por nada», asegura Paula, que confía en asentarse definitivamente en la localidad, donde viven en régimen de alquiler.

Otras historias repobladoras

Su experiencia es similar a la de otras familias repobladoras instaladas en municipios del interior de Castellón, que ya publicó Mediterráneo, como es el caso de la de Gabriela y Salvador, que reabrieron un bar en Cinctorres; la de Fernando y Eli, que iniciaron un nuevo estilo de vida en Vall de Almonacid; o la de María Jesús y Rafael que llegaron al pueblo de Cirat para llevar el chiringuito en verano.

Fuente: (Levante)

 

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