Vendió 20 millones de discos y dejó un himno, ‘Rata de dos patas’, construido sobre una retahila de insultos.
«Te estoy hablando a ti», decía Paquita la del Barrio en un momento de Rata de dos patas. Y, aunque la fama ha quedado para la retahila de insultos que llegaba a continuación, el momento en el que Paquita La del Barrio de verdad imponía era ese en el que personalizaba su mensaje y decía «Te estoy hablando a ti». ¿A mí? A ti, sí, «rata inmunda / animal rastrero / escoria de la vida / adefesio mal hecho / infrahumano / espectro del infierno / maldita sabandija / cuánto daño me has hecho / alimaña / culebra ponzoñosa / desecho de la vida».
La cantante mexicana Paquita la del Barrio murió este lunes a los 77 años de edad, según un comunicado en las redes emitido por la familia de la artista. En su currículo aparecen 20 millones de discos vendidos, más que Rocío Jurado y Joan Manuel Serrat, por ejemplo, y el mérito de haber llevado la música popular mexicana al mundo según un molde desgarrado, chistoso, etílico y feminista. «Con profundo dolor y tristeza, confirmamos el fallecimiento de nuestra querida Paquita la del Barrio, en su hogar en Veracruz, siendo una artista única e irrepetible que nos dejará una huella imborrable en el corazón de todos los que la conocimos y disfrutamos de su música», ha escrito la familia de Paquita la del Barrio en el comunicado en el que anunció su muerte. La familia no detalló las causas del deceso de la artista, nacida el 2 de abril de 1947.
Rata de dos patas, en realidad, fue un éxito crepuscular en la carrera de la cantante, una canción que, aunque parece llevar entre nosotros desde siempre, apareció grabada por primera vez en 2004, ya con la certeza de que el repertorio insultante de Paquita la del Barrio entusiasmaba a su público. No es el único equívoco que tiene que ver con la canción. La rata de dos patas del título no fue ningún ex marido de la cantante sino Carlos Salinas de Gortari, un duro del Partido Revolucionario Institucional que presidió México entre 1988 y 1994.
«En aquellos años, había sido presidente de la República un señor que era peloncito con orejas grandotas. Pero no podíamos, ni el día de hoy, faltarle el respeto a ese personaje. Pero todo el mundo hablaba de lo que había sucedido con él, si llega a escuchar a esta entrevista que entienda que es mi profesión, y ahí empecé», dijo alguna vez la cantante.
El «ahí» de ese «ahí empecé» es un eufemismo admirable. Francisca Viveros Barradas nació en un México que es fácil imaginar como el de Buñuel, el de Los olvidados. De adolescente la casaron con un adulto que resultó bígamo. Se separó y se volvió a casar y volvió a salir desengañada y con tres hijos que tuvo que educar su madre. Caída en desgracia, se marchó a la Ciudad de México, a cantar en salas de fiesta y antros discutibles. Su repertorio estaba hecho de boleros y rancheras pero su interpretación la llevaba hasta el límite de la performance.
El escritor Juan Villoro escribió sobre el ambiente en la Casa Paquita, el local que construyó cuando su fama ya era firme: «A las cuatro de la tarde, el local de Paquita se llena de mujeres solas, amas de casa fugitivas que vienen de hacer las compras (en el guardarropa dejan bolsas con legumbres) y beben un refrescos antes de ir a preparar la cena. Un poco más tarde, llegan oficinistas en busca de una pequeña opción de caos. Por alguna causa insondable, en México se considera sexy que las mujeres tengan un fleco rizado en la frente. Tal es el distintivo de las secretarias acompañadas por burócratas con trajes color vientre de pez».
Paquita la del Barrio era una de ellas, una mujer de clase trabajadora, castigada por la vida y por los hombres, errática y bebedora. No pretendía ser una víctima. Cantaba lances del adulterio como «Tres veces te engañé / La primera por coraje / La segunda por capricho / La tercera por placer». Cantaba narraciones de la embriaguez como «Me emborrache de placer / Y hasta tu nombre olvidá / Al tercero que me eché / No me lo vas a creer / Pero te llego mi olvido / Que me sirvan otro más / Que pienso mandarte al diablo / Al cuarto vaso de vino».
Tres veces te engañé fue la canción que trajo a España por primera vez a Paquita la del Barrio en 1992. En esa época, Chavela Vargas había abierto el camino, así que Paquita debutó ante un público de intelectuales y fans de Pedro Almodóvar. Cantó junto al grupo Oro Negro en la Casa de América y después en la Sala Caracol. Las crónicas de esa época hablaron de su «chabacanería militante», de su actitud «entre castigadora y masoca», «ultramachista y feminista» a la vez. «¿Me estás oyendo, inútil?», era la frase que dejó estupefacto al público español de la época. Al idiota «le llama basura, le conmina a que se arrastre a sus rodillas, le niega un cigarro; pero también se pliega a sus caprichos como una pordiosera y le pide por Dios que no se vaya, que la vida como un perro pasaré sin hablarte y sin llorar, sin un reproche, siempre tirada a tus pies de día y de noche», escribió ese año Leopoldo Alas en EL MUNDO.
Al cabo de los años, su mensaje dejó de parecer una extravagancia mexicana y se convirtió en un himno universal en la década del metoo. «Te estoy hablando a ti», cantaba Paquita la del Barrio, y no sólo se refería a Carlos Salinas de Gortari ni a sus ex maridos, Tampoco a los narcos, para los que cantó y a los que defendió como a un público «muy culto». El «a ti» se refería más bien a sus admiradoras.
FUENTE / EL MUNDO