Aspectos de la vida en pareja se relacionan con un mejor control glucémico pese a que aparentemente no tienen relación.
«Lo que el mundo necesita ahora es amor, dulce amor«, cantaba Jackie DeShannon. No sospechaba que la ciencia acabaría derribando ese mito del romanticismo dulcificado a pocos días de celebrarse San Valentín. En España, cuando las parejas se nos antojan cariñosas en extremo, las calificamos de pegajosas y edulcoradas al profesar sus muestras de afecto. Ahora, un nuevo estudio podría lograr que desterremos esa terminología al constatar que vivir en pareja mantendría a raya los niveles de azúcar en sangre.
Así lo sugiere este trabajo publicado en la revista BMJ Open Diabetes Research & Care: las personas que viven en pareja tienen tendencia a mantener niveles de azúcar en sangre más bajos, independientemente de la calidad de la relación, precisan necesariamente los autores. Contar con alguien emocionalmente cercano bajo un mismo techo puede ser una fuente de apoyo social para los adultos de mediana o avanzada edad, y eso repercute en la salud.
Recuerdan los investigadores que en estudios anteriores ya se habían abordado los beneficios para la salud del matrimonio o la cohabitación, particularmente para personas mayores. Otros trabajos han concluido que el riesgo de diabetes tipo 2 está asociado a una serie de dimensiones de la salud social que incluye el aislamiento, la soledad, el mantenimiento de la vivienda, o el respaldo y el tamaño de la red de relaciones sociales.
Juntos aunque sea revueltos
En este contexto, un equipo de investigadores de Luxemburgo y Canadá ha empezado a investigar si existía una asociación entre el estado civil y la calidad del matrimonio con los niveles glucémicos en adultos mayores. Para ello, han usado datos de biomarcadores del English Longitudinal Study of Aging (ELSA), un estudio que recopila datos multidisciplinares de una muestra representativa de la población inglesa de más de 50 años. También recoge datos de su vida en pareja, actualizando la información cada dos años.
En este caso, se sirvieron de datos recopilados de 2004 a 2013, correspondientes a 3.335 adultos de los 50 a los 89 años que no tenían diabetes previamente diagnosticada. Invitaron a los pacientes a realizar una visita a enfermería después de hacerles una entrevista en sus ciclos de 20224-2005, 2008-2009 y 2012-2013, tomándoles muestras de sangre para medir sus niveles de glucosa. Les preguntaban también si tenían marido, mujer o pareja, con quién vivían y cómo era la convivencia.
Se les formularon cuestiones diseñadas para medir el nivel de tensión social y apoyo dentro de la relación de cohabitación. Asimismo, se recopiló información sobre varios factores como la edad, los ingresos, el empleo, el tabaquismo, la actividad física, la depresión, el índice de la masa corporal y la variedad de relaciones sociales en su red, como hijos, amigos u otros familiares cercanos. Así, en la ola 2004-2005, un 76% de los encuestados vivían con alguien.
El análisis de los datos a lo largo del tiempo demostró que las personas que experimentaron transiciones en su vida de pareja, como un divorcio o una separación, sufrieron también cambios significativos en sus niveles de glucosa y probabilidades de prediabetes. No obstante, la calidad de la relación no llegó a marcar una diferencia significativa en los valores medios, de modo que los investigadores concluyeron quetener una relación de apoyo o de tensión era menos importante que el mero hecho de tenerla.
Los riesgos del desamor
El estudio ha sido observacional y, por tanto, no puede establecer la causa. Los autores advierten de limitaciones, como el hecho de que un número considerable de personas abandonara el ELSA entre oleadas de datos de biomarcadores sin poder hacer la comparativa. Más de la mitad de la muestra del ciclo 2004-2005 no tenía datos de seguimiento y se excluyó. También han tenido en consideración la posibilidad de que aquellas personas con peor salud fueran más propensas a separarse.
Los investigadores han destacado que una de las fortalezas de su estudio es el uso de las pruebas diagnósticas de la prediabetes como medida de resultado en contraposición de diagnósticos autoinformados. El primero es una medida más precisa y necesita de poblaciones con condiciones médicas diagnosticadas si se esa en encuestas, dependiendo de los participantes y de haber accedido a la atención médica adecuada antes de la inscripción en el estudio.
Entre las conclusiones del equipo científico aseguran que «nuestros resultados sugirieron que las relaciones matrimoniales o de cohabitación estaban inversamente relacionadas con los niveles de glucosa, independientemente de las dimensiones del apoyo o la tensión conyugal«. De hecho, este tipo de relación parecía tener un efecto protector frente a niveles de azúcar en sangre por encima del umbral de la prediabetes.
«Un mayor apoyo para los adultos mayores que están experimentando la pérdida de una relación marital o de cohabitación por divorcio o duelo, así como el desmantelamiento de los estereotipos negativos sobre las relaciones románticas en la edad adulta, pueden ser puntos de partida para abordar los riesgos para la salud, más específicamente el deterioro de la glucemia, que vendría a estar relacionada con transiciones matrimoniales en adultos mayores».
Fuente (El Español)